Y después de lamernos las heridas… ¿Qué?
Después del último programa sobre las Residencias, denominado muy mal intencionadamente “El escándalo de las residencias” , el sector de la dependencia ha protestado, se ha entristecido y ha reivindicado su gran trabajo y la dignidad del mismo; las importantes mejoras que se han ido llevando a cabo a lo largo de los últimos años; y la satisfacción de la gran mayoría de los usuarios y clientes.
Sin embargo, todos sabemos que no es la primera vez que esto ocurre. Tenemos muy presente todavía lo ocurrido en la pandemia, de cuyas consecuencias en nuestra imagen seguimos lamiéndonos las heridas, abiertas como nunca por el dolor que sentimos tras el titánico trabajo realizado y la utilización del recurso residencial como chivo expiatorio de la gestión de la pandemia.
Evitando la generalización que tanto daño hace, algunos periodistas y algunos medios – especialmente los sensacionalistas, que buscan audiencia con el escándalo-, publican de tanto en cuanto noticias denigrando a la totalidad del sector con la generalización de algunas conductas que todos rechazamos, falseando hechos y demonizando. Y aquí ya intervienen las tendencias e intenciones políticas, a la gestión privada del mismo.
Las acusaciones de maltrato a los mayores, de sujeciones, de malnutrición, de aprovecharnos de los más débiles y de enriquecernos como lobos con este negocio, han sido recurrentes. Y no solo nos duelen sino que tienen consecuencias muy perjudiciales. Estas noticias hacen mella en familias, en los usuarios, en los trabajadores y generan una imagen injusta y falsa que da lugar a, en muchas ocasiones, reacciones precipitadas de la Administración, de la fiscalía y de la inspección, en un intento por reaccionar ante la opinión pública escandalizada. De tal manera que en las instrucciones, en las inspecciones, en la normativa, en los medios y en las familias, se presume la culpabilidad del sector.
Pero tras nuestras airadas protestas ¿Qué?
Sin embargo, nuestros artículos de protesta; nuestras campañas reactivas en redes; nuestros congresos; nuestros premios y reconocimientos; las entrevistas que algunos periodistas hacen a representantes del sector para conocer la verdad, … todo ello se queda ahí, dentro del propio sector. Son comunicaciones muy puntuales en algún medio, que llegan muy cerca de nosotros pero no alcanzan al gran público de la misma manera en la que lo hacen las noticias negativas generalistas, esas que tanto nos duelen y tanto nos perjudican. Y así el sector, vuelve a ser golpeado una y otra vez y, de nuevo, nosotros a dolernos e indignarnos por las heridas hechas.
Nuestra reacción no funciona, no es eficaz
El “Escándalo de las residencias” no será el último programa, nuestra reacción no funciona, no es eficaz. No podemos seguir dándonos de cabezazos contra el mismo muro.
Es hora de que nos preguntemos qué es lo que nos hace falta para que “el escándalo de una residencia” no se convierta en el “escándalo de las residencias”. Para que no nos sintamos aludidos ante programas o informaciones que desvelan mal hacer por parte de alguna empresa o trabajador; para que la sociedad, en general, identifique y discrimine perfectamente entre el sector y alguna residencia en concreto, sea esta privada o pública, dicho sea de paso. En definitiva, qué es lo que hace falta para que no se presuma la culpabilidad del sector, “de unas empresas que solo pretenden enriquecerse a costa de nuestros mayores”.
¿Qué hace falta para que no se presuponga la culpabilidad del sector?
Probablemente habrá que hacer y seguir haciendo muchas cosas, como seguir mejorando cada día, ser los primeros en establecer unos estándares dentro del sector que expulsen a aquellos que no se merecen estar en él, ganar en transparencia, reivindicar mejores precios ….
Pero hay algo en lo que creo que merecemos un suspenso y que depende solo de nosotros y a lo que seguimos sin darle importancia, y es a la construcción de una imagen fuerte y clara del sector que se proyecte hacia el exterior. Es evidente, que la sociedad no tiene la imagen real del sector, no hemos sido capaces de construir una imagen que transmita el trabajo que se hace.
Necesitamos trabajar la comunicación para construir la imagen real del sector
Necesitamos trabajar en comunicación, para construir la imagen real del sector, en la que se transmita todo aquello que reivindicamos cuando nos dolemos: la calidad de los servicios que se ofrecen; la profesionalidad y cualificación de los profesionales; el respeto a los derechos de las personas a las que cuidamos; la transparencia en nuestras actuaciones; la persecución de la mejora continua; la colaboración con la administración; las buenas prácticas que se llevan a cabo; los nuevos modelos que se están implementando; la cultura la liberación de sujeciones, …
La imagen se consigue con la proyección de la misma, con la comunicación exitosa hacia los demás. Sin embargo, muchos centros y grupos, en especial los que tienen mayoritariamente plazas públicas, no consideran necesaria la comunicación. Como si ésta solo sirviera para llenar las plazas y, por lo tanto, no hubiera que invertir en ella porque las plazas ya las llena la Administración o la propia deficiencia de las mismas en el mercado. Sin embargo, muchas de las residencias y grupos que son atacados en los medios de comunicación lo son precisamente por ser centros privados que gestionan plazas públicas. Centros que apenas realizan comunicación activa hacia el exterior porque creen que no les hace falta.
«Es necesario que el sector se conciencie de que hay que revolucionar la comunicación que se hace; que se debe de comunicar de forma permanente y ordenada cómo trabajamos, teniendo unos objetivos claros en esta área; que debemos proyectar lo que hacemos y nuestros logros; que debemos invertir en una comunicación que informe y forme.»
La comunicación que se hace desde los centros, cuando existe, se suele limitar a contar a las familias de los usuarios algunas de las actividades que se realizan. Pero nunca nos preocupamos de comunicar hacia aquellos que están más allá de las familias directamente afectadas, de crear una imagen solida del sector en todos los ámbitos de trabajo y de comunicar algo más que actividades, de comunicar cultura, objetivos, mejoras.
Tanto el sector público, que realiza nula comunicación, como el sector privado, deben de dejar de pensar que la comunicación solo sirve para llenar plazas, y si no hay que llenarlas ¿Para qué invertir?
Es necesario que el sector se conciencie de que hay que revolucionar la comunicación que se hace; que se debe de comunicar de forma permanente y ordenada cómo trabajamos, teniendo unos objetivos claros en esta área; que debemos proyectar lo que hacemos y nuestros logros; que debemos invertir en una comunicación que informe y forme.
Para que llegue un día en el que no se produzcan programas como el ya tan aludido de hace unas semanas, o simplemente, en el que no tengamos que lamernos todos las heridas por noticias como las publicadas.
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